Pollo's conquered lands


Ver Superpollo around the world en un mapa más grande

Thursday, January 26, 2012

Peru - Volumen I - El místico amazonas

21/06/11 – 26/06/11

De los países de Sudamérica, Perú es uno de los más conocidos en todo el mundo,  especialmente por su gran riqueza cultural. Cuna de la cultura “Inca”, presume de tener una de las siete maravillas del mundo y de las ruinas arqueológicas más fotografiadas de la historia, el Machu Picchu. Ir al país andino y no visitar la ciudadela es casi como ir a la India y no ver el Taj Majal, o como ir a México y no ver Chichen Itza, por lo que antes ni de tan solo pisar el país, ya tenía claro que ese era el principal objetivo de mi visita.
Sorprendido me quedé cuando, al pasar los días, fui descubriendo que no sólo había mucha más riqueza cultural de la que esperaba, sino que la variedad que ofrecía esa tierra iba mucho más allá de cualquier construcción ancestra. Altas y frías montañas, secos y calurosos desiertos, tranquilas y relajantes playas y, mi zona de entrada al país, la gigante y húmeda selva del Amazonas.





El trayecto hasta Iquitos se hizo mucho más pesado de lo que esperábamos. Despúes de un duro madrugón a las 5 de la mañana, tuvimos que aguantar un largo viaje de 10 horas en el incómodo bote rápido que, al ser cerrado totalmente, no nos permitía disfrutar al máximo del bonito entorno por el que navegábamos. De todos modos, al despertar el día, pudimos ver desde la ventana una bonita salida del sol reflejándose en las aguas del rio más grande del mundo.


Tan solo desembarcar en el puerto peruano nos dimos cuenta que aquello ya no era un pueblecito tranquilo como Leticia; el ruido, los taxis, los cazaturistas hambrientos de regateo… ¡estábamos en una ciudad, la más grande del mundo sin conexión por carretera!



Estuvimos buscando hotel y más tarde regateando un tour para ir a la selva. Tanto Bec como yo queríamos hacer alguno que fuera un poco distinto a lo habitual, yendo lo más alejados posible de la ciudad e intentando evitar a otros turistas. Nos pasamos toda la mañana de agencia en agencia para encontrar el operador que nos transmitiera más confianza y, después un buen descuento, escogimos nuestro tour, que consistía en trasladarse a 8 horas de Iquitos para llegar hasta unas remotas cabañas, donde dormiríamos dos noches y saldríamos con un guía a explorar los peligros y misterios del Amazonas.


Uno de los mayores misterios, tanto para Bec como para mi, era una extraña bebida alucinógena que habíamos oído que preparaban las tribus del Amazonas: El Ayahuasca. 

Según nos habian dicho, la base de esa bebida es una liana de la selva y debe ser preparada por un Chaman, que es quien guía la ceremonia indígena, durante la cual los que la consumen sienten sus fuertes alucinaciones. Iquitos es uno de los sitios más apropiados para probar el brebaje y, sintiéndonos atraídos por la experiencia, Bec y yo creíamos estar preparados para probarlo siempre y cuando nos pareciera seguro y con alguien que nos inspirara confianza. 
Como la agencia que contratamos parecía seria y profesional, preguntamos al guía si sería posible tomarlo en el tour, respondió afirmativamente y nos dijo que, una vez llegados al campamento, llamaría a un chaman de la zona para que nos practicara la ceremonia.
Ignorando realmente de que se trataba la Ayahuasca, Bec y yo fuimos contentos a comer nuestra primera cena peruana, y como no, probamos el famoso plato nacional: El ceviche.


Dió la casualidad que nuestra segunda noche en Iquitos coincidía con la verbena de San Juan, y si en España esa noche se festeja en las zonas de playa, en Perú se hace en la selva, por lo que estábamos justo en el sitio adecuado.


Fuimos a un concierto que daban en un recinto alejado del centro y, para llegar, decidimos tomar un autobús local en vez de un taxi, ya que así contactábamos un poco más con la gente de la zona. Allí conocimos a unos militares que tenían la noche libre y aunque Bec no hablaba ni una pizca de español y los chicos solo sabían decir “you are very beautiful girl”, conseguí que se entendieran bastante bien. (Don't be Angry Bec, I know you can say: "Al mirador" :) )


Gracias a ellos pasamos una noche de lo más divertida y 100% peruana ya que, en toda la fiesta ¡creo que éramos los únicos extranjeros! Esto lo podía notar yo especialmente al mirar al escenario, pues mi altura me aportaba un punto de vista muy superior el de todos los "pequeños locales"...


¡Mis 188 cm eran incluso demasiado para al ir al baño!


En cuanto a Bec…bueno…su "moreno" de ascendencia irlandesa tampoco la hacía pasar desapercibida, por lo que cada pocos minutos aparecía un nuevo sex-symbol intentándosela ligar haciéndose fotos con ella.


Yo no tuve tanto éxito y pese a que mucha gente me repetía mi parecido con Gerard Piqué (cosa que aún no consigo ver…), ninguna mujer se me acercó bailando como lo hacían entre ellos (hay que ver como bailan los sudamericanos...).
Ya de madrugada y con unas cuantas "chelas" Pilsen encima, decidimos que era hora de volver al hostal. El cansancio y el sueño se empezaba a notar en la fiesta...


La resaca del día siguiente la pasamos comiendo el tradicional "juane" de San Juan (una especie de tamal para la ocasión) y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, donde vimos varios modelos de motos familiares y algún que otro gran anuncio publicitario.




Y ya sí, ¡llegó el gran dia del tour!. Después de un gran madrugón seguido de 2 horas de coche, llegamos al pueblo desde donde tomaríamos un bote para las cabañas.  





Allí pudimos visitar un mercado, ver sus extraños peces y fotografiar el estilo de vida de la gente de un pequeño pueblo de la selva amazónica.











 Y es que viendo los escaparates de las tiendas, a uno le quedaba claro que estábamos en la selva profunda...





Seis largas horas de barco nos esperaban para perdernos totalmente de la civilización conocida por nosotros, así que una vez visitado el poblado, nos fuimos rumbo al muelle...sin olvidar antes hacer una breve parada en un ventiladisimo lavabo local, claro.


El guía que nos tocó, Aldo, era un indígena muy cachondo a quien podía pasar horas preguntando cosas, pues conocía todos los datos sobre la selva y el río más grande del mundo.



Me explicó que el río mide un total 6800 km. y que, durante la época de lluvias, su parte más profunda mide 30 metros y su parte mas ancha, cerca de la desembocadura, ¡40 Km.! En cuanto a la extensión de la selva, ésta es tan grande que, a día de hoy, aún hay partes donde nuestra civilización no ha puesto un pie...



Normal que en este gigante habitat natural se creen tantísimas especies de flora y fauna, algunas de ellas únicas en el mundo: monos, jaguares, caimanes, anacondas, etc, etc. 
Sobre esta última le estuve preguntando y me explicó que, según decía algún anciano por la zona, en ocasiones se habian llegado a ver ejemplares de 18 metros de largo y hasta 50 cm de ancho! Aunque eso sonaba a leyenda más que a otra cosa, yo iba mirando por los alrededores por si veíamos algún ejemplar, aunque en su versión miniatura por favor...


También me estuvo dando mas información sobre la Ayahuasca y pese a que me recomendó que la probara, después de la conversación empecé a tener mis primeras dudas sobre si era exactamente lo que yo pensaba. Según me dijo, la toma del brebaje no tiene como fin divertirse o pasar un buen rato con amigotes, sino que consiste en algo más personal, espiritual y curativo. Los componentes de la liana, que debe ser cocinada durante 8 horas y mezclada con otras hierbas posteriormente, tienen unas propiedades que purifican alma y cuerpo mientras la persona llega, mediante las alucinaciones, a un estado de contacto divino. Para ello, los vómitos son comunes para sanar el cuerpo.
¿Tomarme una bebida para acabar vomitando mientras alucino? ¿Contacto divino? Todo eso no era precisamente lo que yo me estaba imaginando de la ceremonia del Ayahuasca…


Las seis interesantísimas horas de bote dieron para mucho y el cabroncete de Aldo no hacia más que intentar acojonarme enseñandome las “agradables” cosas que nos esperaban en la selva, como por ejemplo, la picadura como la que llevaba él en el codo.
Me dijo que esa picadura era de una mosca que, cuando pica, deja una larva que crece en la piel hasta que, unos días después, se convierte en un asqueroso gusano . Pese a ser un uno consciente de la picada, lo peor es que hay que esperar un total de 10 dias para que el gusano sea lo suficientemente grande como para extraerlo. Es entonces cuando hay que atraerlo con hoja de tabaco hacia fuera, y una vez con la cabeza fuera... 'zas!...a cazarlo con unas pinzas!, eso sí, con mucho cuidado de no dejar ningún resto dentro, por el riesgo de infección…



Después de esas “tranquilizadoras” historias, llegamos al que sería nuestro hogar para los próximos tres días; cuatro cabañas de madera elevadas sobre el río y perdidas en la más absoluta imensidad de la selva. 



La verdad que impresionaba estar allí, flotando en la descomunal masa de agua y rodeados por una selva infinita que emitía unos sonidos que ponían la piel de gallina. Estábamos totalmente aislados de las ciudades, del ruido, de la contaminación...del mundo. 



Las instalaciones eran bastante acogedoras. Había un total de 5 habitaciones bien protegidas con mosquiteras y, aunque se suponía que la primera noche la debíamos pasar acampando en la selva, finalmente decidimos quedarnos en la cómoda cama de la cabaña. 
El principal motivo para cambar de opinión fue por recomendación de Aldo, que nos hizo ver que no tenia ningún sentido pasar una larga noche en el húmedo y duro suelo, al acecho de los mosquitos y otros animales, cuando podíamos escoger dormir en una confortable cabaña que, de hecho, ya se encontraba en medio de la selva.



Una vez dejamos las mochilas en la habitación, Bec se puso sus pantalones de gimnasia, yo mi camiseta Diesel multi-uso (fashion, de interior y pijama), nos rociamos enteros de repelente de insectos y con las pintas de domingueros amazónicos…¡salimos a explorar la selva!



Salíamos tan motivados y con tanta energía, que parecia que ningún gigante depredador podría con los backpackers exploradores de la selva...


Pero, tan solo abrir la puerta y dar los primeros pasos fuera…¡el más diminuto depredador pudo con nosotros! Una infinidad de mosquitos (más de 50 por persona, no exagero) se nos echaron encima, volando detrás nuestro mientras nosotros corriamos como unos cobardes exploradores de ciudad que, para que mentirnos, era lo que eramos. 



Para defendernos del ataque nos cubrimos con unos impermeables que llevabamos encima, pareciendo preservativos caminantes más que exploradores de la selva.



¡Pero el calor dentro del preservativo selvático era insoportable! Si la humedad en el sitio ya era inaguantable, dentro del anticonceptivo parecía que estuviera dentro de un baño turco.
Los primeros momentos en la selva estaban siendo duros, mucho más duros de lo esperado. Tan solo llevábamos 5 minutos y entre el sofocante calor, la humedad y los mosquitos, ¡ya teníamos ganas de volver a casa! No quiero ni imaginarme como hubiera sido la maravillosa acampada nocturna...




Aldo nos repetia una y otra vez que pasáramos de los insectos, que lo mejor era estar tranquilos e ignorarlos, pero eso parecía tarea difícil. Él tambien llevaba unos 50 ejemplares en la espalda y los brazos, pero a diferencia de nosotros, caminaba tranquilamente y tan solo se inmutaba cuando uno le picaba, azotándole un guantazo para cargárselo. Viendo su actitud experta, me esforcé en hacer lo mismo hasta que, al cabo de un rato, yo consegui calmarme y empecé a disfrutar del paseo. Bec en cambio, vivió un auténtico infierno en la selva...
Mientras ella seguia desesperada en su lucha por quitarse los mosquitos de encima, yo me empecé a dar cuenta de los múltiples i impresionantes sonidos que nos rodeaban por todos lados; monos, pajaros, grillos, ranas...los repetidos guantazos de Bec...
No conseguimos ver ningún cocodrilo ni serpiente, pero durante la caminata, Aldo nos enseñó métodos de supervivencia y medicinas naturales de la selva, entre las que vimos:

Un arbol con corteza afrodisíaca muy efectiva, según mi amigo guía, y muy sabrosa sumergida en una buena copa de ron...




Una liana que contenía muchisima agua de la que se podia beber...



Un árbol-teléfono que, mediante golpes a sus raíces, servía para comunicarse con otras personas que estuvieran cerca...



 Huevos de algun animalillo (o animalote…)...



Y unas hormigas aromáticas que había que matar frotándose con las manos para acabar untándoselas  por el cuerpo. No para oler a hormiga, sino para disimular el olor corporal al ir de caza.



Pero Aldo me habia prometido animales feroces y como el más feroz que vimos fue los mosquitos (sin despreciar su ferocidad), durante toda la tarde le estuve chinchando diciéndole que él no habia visto un cocodrilo o un jaguar en su vida. Así pues, se picó y por la noche, me trajo a la habitación un ejemplar de caimán (en version pequeña, que ya estaba bien) que consiguió capturar mientras cenábamos.



Casualidad que justo entonces apareció también una tarántula enfrente de la habitación...



...¡que el muy rencoroso utilizó para vengarse de mi!



Después de las bromas con los animales, todos fuimos al comedor de las instalaciones, ya que el chaman que nos prometió el guía de Iquitos apareció con su barcaza. Si bien se suponía que su visita era para darnos a conocer cuales serían los efectos de la Ayahuasca que íbamos a tomar el día después y para tranquilizarnos por el miedo pudiéramos tener, la reunión acabó siendo todo lo contrario. El hombre no inspiraba nada de confianza, su aspecto y su mirada no transmitían buenas sensaciones y sus explicaciones no fueron precisamente tranquilizantes. Lo que nos dijo básicamente fue que, una vez tomada la bebida e iniciada la ceremonia de purificación (y también de alucinaciones), los espíritus de la selva acudirían para participar en el ritual de la cabaña, estando él presente para ahuyentar a los malignos que pudieran aparecer para entorpecer nuestro viaje.  En cuanto a las alucinaciones, nos advirtió que posiblemente nos aparecería el animal que nos representaba y que también podría ser que conociéramos a gente que ahora no conocíamos, pero que en un futuro se cruzaría en nuestras vidas. 
Aparte de esa explicación que acojona hasta a Chuck Norris, nos matizó que la bebida no solo nos produciría vómitos, sino que quizás también sufriríamos diarrea una vez la hubieramos tomado.
¿ Espíritus?¿ Alucinaciones con personas que aún no conozco? ¿Cagarme encima para purificarme? Tanto Bec como yo, de creencias e ideales bastante parecidos, empezamos a pensar si aquella mística aventura en la selva si que iba a ser una auténtica y pura cagada.


Aun sin saber que hacer respecto a la Ayahuasca y con la promesa de Aldo de llevarnos a ver otro chaman de más confianza al día siguiente, durante la noche nos fuimos a dar un paseo por el rio en canoa.




No tengo palabras para describir lo que fue el paseo, simplemente fue una de las experiencias más increíbles de mi viaje y de mi vida, que llegó a su orgasmo sensorial cuando apagamos las luces de las linternas:



Tan pronto como se hizo la oscuridad y guardamos silencio, una imponente orquesta natural (ranas, pajaros, buhos, grillos, mosquitos…) nos envolvió por todos lados, acompañado por el ritmo del sonido del agua moviéndose al remar y por una ligera percusión de gotas de lluvia que caían sobre nuestras ropas. Mientras nuestros pelos se ponían de punta y nuestros ojos se acostumbraban a la penumbra, poco a poco se iban distinguiendo la luna y las estrellas. Bajo estas, una gran cantidad de luciérnagas brillantes se encendieron, creando un nuevo cielo que flotaba sobre el agua y que nos abrió paso al tempo de la melodía...
Después de 5 minutos de sobrecarga sensorial, el espectáculo llegó a su fin y Aldo volvió a encender la luz de la linterna...


(¡Fuaaah! Desafortunadamente no hay foto del momento…¡eso hay que vivirlo!)


Pese a la oscuridad, era impresionante sentir cuantísima vida había en ese sitio. Por todos lados se oían ruidos extraños de animales y aunque se suponía que debiamos encontrarnos con grandes caimanes durante el recorrido, finalmente solo conseguimos ver alguna ranita, las impresionantes luciérnagas y bueno si, algún pequeño caiman besucón…







Se hacia  tarde y al día siguiente había que madrugar, por lo que tras vivir unos inolvidables momentos, cambiamos el rumbo de nuevo hacia las cabañas. 
El bote avanzaba despacio  por el río, siguiendo su ritmo constante hasta que, en un momento, pareció haber algún problema. La velocidad se redujo considerablemente y sentía como los remeros perdían fuerza al impulsar la barca, especialmente en la parte trasera...
Me giré para ver que pasaba y, al iluminar la parte posterior del barco descubrí cuál era el problema; el pequeño Danilo, que llevaba remando casi una hora, ¡estaba apunto de caer dormido por la borda!


Aldo se esforzaba en llamarle y despertarle con su tranquila pero contudente voz…

"Daniiiloo..."


...pero no surgia efecto…

"...Daaniiiiloooo..."


"...¡¡DANIIIILOOO!!.."


Pero Danilo se cayó! (por suerte, dentro de la barca)


Después de que me tocara hacer un buen ejercicio de brazos al sustituir a Danilo, llegamos a la cabaña para irnos a dormir. ¡Cómo nos alegramos de ver esa cama y no el duro suelo de una tienda de campaña! Cuanta razón tenia Aldo, ya que desde la cabaña se escuchaban perfectamente los espectaculares ruidos de la selva...¡incluido el de un jaguar que merodeaba la zona durante la noche! Aunque la puerta de la habitación no tenía ningún tipo de cierre, di las gracias por estar ahí y no en una frágil tienda de campaña.

El segundo día madrugamos para ir en bote a ver unos pájaros. Desayunamos, y nos fuimos con nuestros amigos los mosquitos de nuevo a caminar por la selva. 





Aunque esta vez sin Bec, que acabó tan traumatizada de la experiencia anterior que decidió cederme sus mosquitos y quedarse leyendo en la cabaña…
En cuanto al la exploración de la selva y el avistamiento de los animales, la expedición volvió a fracasar, por lo que yo volví a chinchar a mi amigo Aldo. Él quería ofrecerme alguna aventura arriesgada, pero como los animales no ayudaban, me propuso un plan que tan sólo los más atrevidos podían afrontar: cortar un árbol entero, de unos 5 metros... ¡para preparar una mísera ensalada! (...)



Despues de 10 minutos sudando y pegando machetazos entre los dos, el pobre árbol cayó y de los 5 metros de vegetal, acabamos sacando una pequeña parte que por poco superaba el diámetro de mi dedo.



Más tarde nos comimos la "sudada" ensalada con Bec y ya por la tarde, Aldo nos llevó a pescar pirañas junto con dos chilenos que acaban del llegar al refugio donde nos hospedábamos.


Esta vez si que tuvimos éxito, y si bien las pirañas no eran del tamaño que esperaba, sus afilados dientes si que daban cierto respeto.



Mientras pescábamos, el gracioso Aldo nos propuso bañarnos en el agua y aunque nos explicó que las pirañas solo atacan en caso de tener una herida sangrando, recordé que existen muchos más motivos para no bañarse en este tipo de aguas. Un buen ejemplo es la bacteria de la Bilharcia que yo mismo que cogi en Ghana (creo) o el "pez-pipí" del que me contaron escalofriantes historias.



Y le llamo "pipí", no porque sea su nombre real (en realidad se llama Candirú), sino porque este pequeño pez del Amazonas (de unos 6 cm), siente el flujo caliente del agua cuando alguien orina y lo aprovecha para ascender hasta la vejiga urinaria, donde clava unas espinas y la parasita chupando la sangre, siendo imposible eliminarlo si no es con cirugía. 


(...Apuesto a que nadie que lea esto se va a bañar en el Amazonas… :)

Empezaba a caer la tarde y se acercaba ya la mística noche de la Ayahuasca. Bec y yo seguíamos dudando sobre sí tomarla o no, pero de todos modos, fuimos a ver al segundo chaman junto con Aldo y los dos chicos chilenos, que también estaban interesados en probarla.


Afortunadamente, este era un buen hombre mayor que parecia mucho mas honrado que el anterior y, como estábamos interesados, nos ofreció ir a ver la plantación de Ayahuasca y el sitio donde la había preparado para la ceremonia de la noche.



Después de conocer el proceso de producción el chaman nos llevó a su casa, donde nos ofreció algo para beber y nos permitió preguntarle las dudas que teníamos sobre la ceremonia. Sorprendentemente, los chilenos no preguntaron absolutamente nada. Bec y yo, por contra, acribillamos al pobre hombre a preguntas que no hacian más que mostrar nuestra clara inseguridad y miedo respecto a la substancia: "Cuánto durará el efecto?¿Que pasa si tengo un mal viaje?¿Podemos tomar de traguito en traguito?”  Simples preguntas de alguien que no cree en la espiritualidad y se preocupa por su integridad física y mental, supongo.



Los dos estábamos hechos un flan, se acercaba la hora del ritual y pese a que ambos queríamos experimentar algo tan auténtico como la Ayahuasca, sentíamos que eso no iba con nosotros y, además, no conocíamos a nadie de confianza que nos hubiera dicho que eso era seguro. En Iquitos no preguntamos ni miramos por internet porque pensábamos no seria más que una cosa divertida, algo para pasar el rato con unos amigotes mientras se estaba en la selva, pero fue al cabo de unos días cuando nos empezamos a dar cuenta que aquello era una cosa seria, espiritual y mística. 
Pero para entonces ya no teníamos donde investigar. Allí en medio de la nada, sin internet ni otra fuente de información que no fuera la gente que ibamos conociendo, no podíamos saber con certeza que peligros podia conllevar y que tipo de gente lo había probado. El único recurso que teníamos era tan solo un libro, que Bec llevaba en su E-book, y que estaba escrito por un americano que le encantaba la Ayahuasca. Leer trozos del libro no ayudó, pues el hombre tan solo explicaba sus viajes en los que alucinaba viendo personas que no conocía , o en los que le aparecian anacondas, jaguares o cocodrilos…vamos, que de esas palabras lo que uno interpretaba es que ¡el autor se había quedado loco de atar!

Y ahí estábamos los dos, sentados con el chaman y los dos chilenos, que esperaban la respuesta sobre si tomaríamos la Ayahuasca esa noche, a lo que, cagados de miedo...dijimos que si.





Era ya de noche y, como de costumbre, desde las cabañas se oían los infinitos sonidos selváticos que tanto me impresionaban. El chaman llegó puntual, se dirigió a una cabaña donde se iba a celebrar la ceremonia y mientras,  Bec y yo, con el estómago vacío tal y como mandan las pautas del ritual, debatíamos en nuestra habitación sobre si ibamos a hacer lo correcto.
Cuando apareció Aldo para llevarnos al sitio de la ceremonia, nos vio a los dos aún dudosos y fue entonces cuando yo se lo escupí sin rodeos: “Aldo, ¡estamos cagados de miedo!”. Le expliqué que nosotros no creíamos en todo ese espiritualismo y que todo el misticismo que se habia creado para la ceremonia, realmente no iba con nosotros. Eso sí, a los dos nos gustaba experimentar y, por ello, teníamos curiosidad por saber que se sentía o para, al menos, saber como era la ceremonia. Aldo nos propuso la siguiente solución; ir a la ceremonia, pagando por la Ayahuasca (no mas de 10 euros), y si una vez alli decidíamos no tomarla, podríamos quedarnos a ver la ceremonia por haber pagado. Los dos aceptamos.

La habitación estaba oscura cuando entramos, tan solo una vela iluminaba las caras de los dos chilenos, su guía, el chaman y Danilo que yacia en una cama de atrás. El chaman iba vestido de forma sencilla, no llevaba taparrabos ni iba pintado como en las películas, señal de que no hacía aquello para impresionar a los turistas.
Cuatro colchonetas esparcidas por el suelo indicaban el sitio en el que cada uno quedaría tumbado cuando estuviera alucinando y dos cubos preparados enfrente me recordaron que, despues del trago, asquerosos vómitos los impregnarian hasta arriba.



El ritual se hacía en aquella habitación porque disponía de dos lavabos, y los dos guias (Aldo y el de los chilenos) deberían estar allí presentes por si tenian que llevarnos a cuestas hasta el baño.

El chaman empezó a cantar y a silbar, mientras agitaba a un ritmo rápido un sencillo abanico de hojas de palmera...


Después de un rato cantando, tomó un viejo frasco de plástico reusado, vertió el contenido de una pequeña botella de plástico y se lo bebió
.
Se levantó, vertió un frasco más y se lo dió al primer chileno. 


Éste sin dudar, se lo bebió.

Mientras, el Chaman seguia silbando…

Volvió a verter un frasco, esta vez para el segundo chileno.

Éste, igual que su compañero, lo bebió sin dudar.


...

Y llego mi turno. 


...


El chaman volvió a verter la Ayahuasca y me la ofreció. Yo, acojonado por la oscuridad, el ruido de la selva y la melodía que sonaba, extendí el brazo para coger el vaso cuando, en el mismo momento, pude sentir como Bec me toco la espalda y me susurró: “No…”

Fue entonces cuando mire el frasco y durante dos segundo me pregunté a mi mismo: "¿Por qué deberias hacerlo? ¿Por el hecho de estar en el sitio idóneo para ello?  ¿Por qué quieres sentir que nada te da miedo? Tu no tienes la necesidad de hacerlo, esto es algo más profundo, es algo que quienes buscan en su interior tienen que encontrar. No porque tu lo hayas encontrado, ahora tienes que encontrarlo en tu interior... Lo vas a pasar mal y lo sabes..."

Despues de esos segundos de reflexión, cogí el vaso y se lo di al Chaman, pidiéndole perdón por no sentirme preparado para hacerlo. Él aceptó mi rechazo y, tras ver que Bec ya estaba diciendo rotundamente no con la cabeza, volvió a verter la Ayahuasca en la botella.

Entonces se hizo el silencio. Durante un rato tan solo se escuchaban los sonidos de la selva y los silbidos del chaman, hasta que de repente, una cerilla se encendió y un cigarrillo de hierbas empezó a quemar, humeando toda la sala donde estábamos. 


El chaman pasó el cigarrillo al primer chileno y, tras encender un segundo, éste se lo paso a su compañero.

Se encendió entonces un tercer cigarrillo y, de rodillas, el chaman empezó a lanzar humo sobre las cabezas de los chicos, en un gesto que parecía bendecirles por el viaje que les estaba esperando.



Se volvió a sentar, apagó la vela, y se hizo la oscuridad absoluta y el silencio.

Tan solo se veían los tres cigarrillos consumiéndose y se oían las fuertes caladas que hacían.

No se veía nada, tan solo escuchabamos los sonidos de la selva hasta que, de repente, el sonido del abanico de ramas empezó a sonar de nuevo y a la vez, el chaman volvió a silbar la melodia.

Así fue hasta que se acabaron los cigarrillos y, unos 15 minutos después de escuchar al chaman cantar y silbar, se empezaron a escuchar las primeras arcadas. 


En cuanto se escuchó el primer vómito caer sobre la palangana, pude oír como Bec se levantaba y, a oscuras, salía corriendo como podía de la habitación. 


Yo me quedé.

Los chicos no paraban de vomitar y escupir. Los fuertes ruidos en la oscuridad parecían los de una fiera de la jungla y tan solo el olor, que empezaba a extenderse por la sala, me recordaba que eran personas quienes emitían aquellos sonidos. Desde luego, no parecía que ninguno de los dos lo estuviera pasando bien...


Pero yo seguía escuchando, impresionado por la experiencia que estaba viviendo.


Después de unos largos minutos se dejaron de escuchar los vómitos y pude sentir como los chicos caían rendidos en los colchones. 


Al cabo de un rato, distinguí algunos murmullos de uno de ellos, como si estuviera soñando. Sin duda, empezaban a sentir las alucinaciones. 


Empezaban el místico viaje de la Ayahuasca...


En ese instante yo me acerqué gateando buscando a Aldo y cuando le encontré, le pregunte que pasaría entonces. Me dijo que los chicos se estaban comunicando con los espíritus de la selva y que, desde ese momento, cada uno seguiría su viaje personal, controlado en todo momento por el chaman que se aseguraría de ahuyentar a los malos entes.


Así pues, nos levantamos sin hacer ruido y nos fuimos de la cabaña.





Al salir de ese sitio, la mezcla de sensaciones que sentía era extrañísima. Por una parte me sentía emocionado por la intensa experiencia que acababa de vivir, por otra, estaba contento y seguro de haber tomado la decisión acertada pero a la vez, estaba acojonado con todo ese rollo de los espíritus de la selva.


Y es que aunque no crea en todas esas cosas, los hechos que acababa de vivir y la fuerte impresión que me transmitía la selva (sobretodo durante la noche), hicieron que esa fuera la primera vez en todo el viaje ¡en que me cagué de miedo de verdad!

Bec se puso sus tapones y consiguió dormirse pronto, pero pese a que yo tambien llevaba unos, el intenso sonido de la selva me siguió manteniendo despierto, acojonándome y recordándome los momentos vividos en la cabaña de al lado. La  puerta de nuestra habitación quedaba siempre abierta, cosa que no me producía mucha tranquilidad y, para empeorar la situación, durante toda la noche estuve escuchando unas claras y rápidas pisadas en el suelo de madera de la habitación, que, tras levantarme repetidas veces con la linterna, nunca conseguí encontrar que las provocaba. La "tontería" de los espíritus me estaba machacando desde el inconsciente y la melodia del silbido del chaman no dejaba de sonar en mi cabeza. Me estaba costando horrores dormirme y tan solo hacía que mirar el reloj deseando que saliera de una vez el sol...
Pero el peor momento estaba por llegar ya que, después de horas de intentar dormir, en un instante en el que por fin lo había conseguido...¡sentí como una mano me acariciaba el pie derecho!¡¡AAAHHH!!!
 Aún no entiendo como Bec no despertó con el grito y el brinco sobre el suelo que pegué. Con el corazón a tope, cogí enseguida la linterna y enfoqué al pie de la cama para encontrar que o quien me había tocado hacía un instante pero, tras iluminar la zona, no vi absolutamente nada. Violentamente me dirigí a todos los rincones de la cabaña e incluso al exterior, iluminando en la selva, para encontrar al culpable del peor despertar que yo recuerde, pero, desafortunadamente, no pude descubrir que era, y las pocas horas de oscuridad que quedaban, las seguí pasando al acecho casi sin poder dormir.

Al dia siguiente desperté medio muerto de sueño y cansancio y, mientras le contaba a Bec mi pesadilla nocturna, descubrí encima de la mesa una prueba que apuntaba al culpable de toda mi tortura. Un bollo de pan, que habia dejado la noche anterior, había sido devorado casi por completo y, por las marcas que tenía, debía haber sido una rata. Esto daba sentido a todas las pisadas que escuché durante la noche, que deduje fueron provocadas por el pequeño roedor...
En cuanto a la caricia del pie, los que crean en espíritus creeran que fue uno de ellos, pero en mi opinión, no debió ser un insecto tocándome en el momento menos adecuado... 

Cansado por la movidita noche pasada, emprendimos el largo viaje de vuelta hacia Iquitos, parando esta vez en una pequeña aldea indígena cercana, donde Aldo quería llevarnos a ver unos nenúfares con flores muy típicos de la zona.



Algo que se suponía debería alegrarnos el día, desembocó en otra intensa experiencia cuando, al llegar al poblado, nos comunicaron que la noche anterior habia fallecido una persona.
Como Aldo conocía a todos los habitantes del poblado, nos dirigimos a la casa del difunto, donde Bec y yo supusimos que no debíamos entrar. No fue así pues, después de hablar con la familia, Aldo salió para pedirnos no solo que entráramos, ¡sino que le tomaramos unas fotos al difunto para poder mandárselas posteriormente!
La idea me impactó, y después de repetirle unas 10 veces a Aldo si estaba seguro que nadie se molestaría porque yo tomara fotos, acepté lo que, desde nuestro punto de vista cultural, es una macabra tarea.
Bec y yo subimos las escaleras de la casa y enseguida pudimos ver la habitación. Unas 20 personas estaban sentadas por el perímetro del recinto y, contra una pared, habia una mesa rodeada de unas pocas personas que observavan el cuerpo que escondian tras ellos. Cuando dimos el pésame a toda la gente y nos dirigimos hacia la mesa, una de las personas se apartó y pude ver el difunto: Era un bebé de unos meses.
Pude sentir como Bec se estremeció al momento e incluso le saltaban las lágrimas pero yo, que también me sentía impactado, no pude más que contenerme y tomar la cámara de fotos para cumplir con mi promesa. No fue nada fácil tomar esas fotos del pobre bebé, que yacía tumbado en la mesa, con los ojos abiertos, mientras sus padres lloraban tras el. 
Pero debo decir que, pese a respirarse tristeza en el ambiente, me sorprendió que la gente actuaba con cierta naturalidad en el momento, como si esa desgracia no fuera un hecho totalmente fuera de lo común para ellos. Y es que luego me fijé, y la madre estaba rodeada de otras 4 criaturas, por lo que recordé, que un tiempo atrás, en nuestro país tambien era común que las madres tuvieran muchos hijos, así como también lo era que algunos de ellos murieran de alguna enfermedad poco después de nacer. Posteriormente, Aldo me comentó que efectivamente, bastantes niños morían enfermos por esas zonas. No deja de ser un momento muy trágico, pero no inusual.

Después del duro momento, Aldo me explicó que, como eran católicos, el niño sería enterrado y que para acompañar a la familia, era tradición que toda la gente de la zona acampara alrededor de la casa del difunto.



Buf, menuda manera de empezar el día...¡y más después de la noche que había pasado! 
Por suerte, una vez nos despedimos de toda la gente del entierro, fuimos a una casa donde había unos inocentes y alegres niños con los que estuvimos jugando un buen rato para olvidar esos duros momentos.






Enfrente de la casa estaban los famosos nenúfares y, como no quedé lo suficientemente impresionado con ellos, Aldo me prometio una sopresa después de verlos.





Y es que, finalmente pude verla en persona...la anaconda!



Era un ejemplar pequeño y no demasiado peligroso, por lo que Aldo aprovechó para ponérmela encima y hacerme bromitas de las suyas como de costumbre.


Embarcados de nuevo hacia Iquitos, hicimos una última parada para ver unos delfines de rio justo en el sitio donde nace el Amazonas. Y es que no nace en una montaña, sino que es la fusión de dos grandes rios, el Ucayali y el Marañon.



Una vez en Iquitos, el taxi nos dejó directamente en el aeropuerto, desde donde salía el vuelo hacia el siguiente destino de la ruta Peruana: ¡Aeropuerto de Lima! Y digo aeropuerto porque allí es donde iba a pasar la noche, cual mendigo aeroportuario otra vez, para poder tomar el tempranero vuelo del día siguiente hacia la ciudad ándica de Cuzco.
Bec por el contrario iba a pasar algunos días visitando la ciudad, y como no tenía claro si se uniría a mi expedición de ascenso al Machu Picchu, nos despedimos una vez llegados a la capital peruana.




Tan sólo seis días habían pasado desde que había entrado en Perú, y mi experiencia en el Amazonas ya era digna de toda una novela de aventuras. Cuando planifiqué mi paso por la selva, lo hice ignorando totalmente la infinidad de cosas y misterios que me esperaban por vivir y que, a día de hoy, son de las mejores experiencias que haya tenido nunca.


No esta claro de donde proviene la palabra Amazonas. Según se puede leer en la mayoría de los libros, el nombre fue creado por los conquistadores españoles cuando colonizaron estas tierras, en referencia a unas guerreras de la mitologia griega. Sin embargo, para Aldo la realidad es otra. Me contó que el nombre provenía de la lengua de sus ancestros en que, "Ama" significaba serpiente, por lo que posteriormente los españoles lo llamaron como, "la zona de la serpiente".
"El gigante reptil que inunda todo Sudamérica...". Me gusta esta hipótesis, la prefiero por su autenticidad y a a la vez, por el legendario misticismo que le aporta a la selva más grande y mística del mundo...