Pollo's conquered lands


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Wednesday, September 14, 2011

Mexico - Volumen I

21/04/11 – 27/05/11



Cruzando esa imaginaria línea hacia la adultez, en la cual se supone que un estudiante debe pasar de irresponsable bachiller a serio universitario, fue cuando conocí al alocado Mexicano, el “puto” Berni. Corrían meses de largos fines de semana y largas noches de alcohol, en las que sobraba energía para salir a darlo todo en la pista pero que, desafortunadamente, faltaba para salir más allá de mis fronteras. Unas fronteras que sí se aventuró a cruzar el joven chilango quien, después de vivir seis meses en Barcelona, volvió para su casa con un buen puñado de buenos recuerdos y mi palabra de que, algún día, haríamos un viaje juntos por su tierra.

Pues bien, allí estaba yo, siete años después (que se dicen pronto), bajándome del avión que debía hacerme cumplir mi promesa y a la vez, abrirme la puerta de América en mi lluvia de países por el mundo…







El emotivo reencuentro en el aeropuerto del DF a las 5 mañana fue el chupinazo de inicio de fiesta de los días que nos esperaban; largo road trip hasta Cancún, fin de semana de Spring Break y ¡unos 15 días por toda la península del Yucatán! ¡Que padre wey!



La energía que desprendía el Superpollo era tal, que no solo eclipsaba mi cansancio acumulado después de la maratón kamikaze de cruzar el pacífico, sino que transformaba a cualquier ser viviente que estuviera cerca del poderoso sombrero de superhéroe…



Y como todo buen superhéroe tiene su alter ego (una persona normal y trabajadora), después de 6 meses de viaje, me tocó hacer lo propio conmigo mismo. Berni era modelo en el DF y como yo necesitaba un trabajo fácil de conseguir y que diera dinero rápido, me convenció de que tener ojos azules en México valía más que saber usar el AutoCAD o cualquier otro programa de arquitectura. Así pues, me prestó uno de sus trajes impolutos y nos pasamos todo el segundo día yendo de agencia en agencia, fingiendo ser un “decano” o modelo profesional, e incluso acudiendo a un casting de Nespresso para darme a conocer y conseguir algún trabajito a la vuelta de nuestro viaje.



No estaba seguro de si conseguiría “engañar” a alguna agencia porque la verdad es que, pese parecer un hombre serio y estirado, en mi interior seguía habitando aquel mochilero informal y más bien hippie que adoraba llevar su usadísima camiseta de tirantes verde que llevaba ya media vuelta por el mundo…

El recibimiento de mi buen amigo Berni fue increíble, dedicando el 100% de su tiempo a mi persona, pero debo reconocer que mi estilo de vida viajero en ese momento quizás difería demasiado del suyo. Por unos días, volví a vivir días de ciudad, limpios, ordenados y porque no decirlo, un poco lujosos comparados con lo que venía yo acostumbrado. Nos movimos en su ostentosa ranchera Dodge, comimos deliciosos tacos en restaurantes sin cucarachas corriendo por el suelo y fuimos a “tomar tragos” con un par de chicas guapas, las hermanas Proa.





Tuvimos tiempo para ir al gimnasio, donde me puse un poco más en forma y también me di cuenta de la vigorexia aguda que sufría el “top model” mexicano! Y es que después del viaje, él se iba a vivir a República Dominicana, y como iba a dejar el modelaje, antes quería tomarse sus últimas fotos luciendo la tableta de abdominales lo más marcada posible. Después de tantos años, ¡el “pendejo” seguía siendo un * puto" en toda regla! :)


Puto: Insulto muy común en México para definir a alguien con tendencias homosexuales. Cabe matizar que, pese a ser el mote que le pusimos yo y el ya jubilado Javi Ruiz durante su estancia en Barcelona, ¡él siempre demostró ser un verdadero macho!





La última noche en el DF, la pasamos yendo a ver un partido del segundo equipo preferido de Berni, el América (primer el Barça, com ha de ser… J). El equipo acabó remontando el partido y yo me fui maravillado con las dimensiones del tercer estadio más grande del mundo, creo.



Después del partido, sin haber dormido una sola hora y haciéndonos los valientes, decidimos salir esa misma noche para poder aprovechar un día más de Spring Break de Cancún, que se suponía que estaba a punto de acabar. Cargamos la furgoneta Jeep (con 100kg extra de las pesas de Berni), nos saltamos todos los semáforos posibles de la ciudad (por seguridad, en el DF a partir de las 11 de la noche esta permitido) y partimos para el que acabaría siendo, en su totalidad, el viaje por carretera más largo de mi vida (¡desbancando a los mismísimos road trips de Australia!)


Pese a no haber dormido, salimos con mucha energía, parando solo para tomar café, comer alguna que otra lata de atún (era la dieta vigorexica para los bíceps de Berni) y también para evacuar los líquidos sobrantes del viaje.



Café, atún, café, atún, café, atún y… ¡run, run! ¡Parecía que incluso nos íbamos a comer la carretera!





A medida que pasaban las horas y el número de cafés excedía el límite recomendado, la locura en la furgoneta también iba en aumento.  Al salir el sol, el sueño y el cansancio contenido nos hizo sentir como si volviéramos de un after hours y la imagen de los dos cafeinómanos cruzando el desierto de México recordaba la paranoica película de “Miedo y asco en  Vegas”.



Pero sin ver dinosaurios ni efectos de LSD, claro está…


Cuando empezamos a recuperar el sueño (y también la sensatez), nos preguntamos seriamente si era necesario, e incluso seguro, conducir las 18 horas de viaje sin parar para dormir. Después de aprobarlo por unanimidad, decidimos detenernos  en la ciudad de Villahermosa, comernos un curioso peje lagarto (un pez mitad pez y mitad cocodrilo, feo de ver pero bueno de comer) y buscamos lo más parecido a una cama para echarnos a dormir después de 9 horas de viaje nocturno.




Y lo primero que encontramos fue, como casi en todo el resto del viaje, un burdel. Parecíamos la pareja de gays cachondos volviendo de fiesta, con caras resacosas sin haber tomado ni una sola gota de alcohol y, aunque remarcamos  que no íbamos a usar sus preservativos, ni comprar sus vibradores, ni ver sus películas XXX,  no conseguimos un precio más económico que el de los clientes cachondos. De todos modos, la noche en este tipo de sitios tampoco era excesivamente cara.

 
Cerca ya de medianoche, cuando la gente sensata se va a dormir, los dos insensatos nos despertamos. Habíamos dormido unas suficientes 6 horas y estábamos listos para afrontar las 9 restantes hasta llegar al extremo del cuerno que forma la península del Yucatán; ¡Cancún!


Por la mañana llegamos a la zona hotelera de Cancún, sitio donde vivía un buen amigo de Berni de toda la vida, Barry. Después de dormir en su casa hasta la hora de comer, nos fuimos a un bar-disco con piscina enfrente de la playa, hambrientos de Spring Brake y esperando encontrar el desmadre de adolescentes típico de las películas americanas, con conciertos en la arena y yanquis borrachos tirándose cerveza por encima. Desafortunadamente, al cruzar la puerta lo único que nos cayó encima fue un jarro de agua fría ya que… ¡no había ni un solo borracho! (y yanqui alguno, pero solo tomando el sol). Nos comentaron que habíamos llegado tarde, que las fiestas en la playa habían acabado la semana anterior y que la mayor marea de estudiantes se había vuelto ya para casa. Aunque oficialmente aún era tiempo de Spring Brake, parecía que solo quedaban los últimos rezagados que se dejaban ver de noche en las discotecas de la zona hotelera, nada especial.



Estar en Spring Break era uno de mis viajes soñados de adolescente y, pese a que con casi 27 años encima ya no me atraía tanto, era el único motivo por el que quería ir a Cancún. Sabía que la ciudad era excesivamente turística y más para un mochilero “alternativo” como yo, pero visto que ya estábamos allá, no pude más que darle una oportunidad. Si olvidaba la mastodóntica ciudad de hoteles que tenía atrás, la verdad es que el color turquesa del mar Caribe hacia a uno sentirse en el paraíso…


Pero poco me duró el positivismo, al pasar un par de días, Cancún pudo conmigo y pronto me empecé a sentir enjaulado en una ciudad de turismo casposo, simple, falso y caro, que me recordaba a la serie “vacaciones en el mar”, aunque en este caso con discotecas ruidosas y buitres y mariachis intentando cobrar barbaridades por cualquier mísero souvenir o fotografía.




Menos mal que teníamos nuestros buenos amigos Barry y su novia Olga, a quien tengo que agradecer la estancia en su confortable casa, sus infinitas entradas gratis y sus descuentos de los precios desorbitados que abundaban por la ciudad.



Uno de esos descuentos  fue para ir a Xcaret, un parque temático que simplemente definiré como “no apto para mí”, cuyo única valoración positiva que puedo hacer recae en el show de “juego de pelota” Maya que vimos al final del día. Este era un deporte “parecido” al futbol al que jugaban los Maya, aunque en este caso, había que meter una pelota de fuego en un aro y en caso de ganar, no se les daba una copa, ¡sino que se les sacrificaba! ¡Todo un honor!



Cancún era todo lo contrario a lo que había visto y aprendido en mis últimos meses, me sentía que venía de desconectar de la sociedad y ahí estaba conectando con la parte que menos me gusta de ella. Me empezaba a preguntar si debería haber pensado mejor si este viaje, que tenía pendiente desde hacía tantos años (y no dejaba de ser un viaje más de vacaciones), encajaba en mi aventura de la vuelta al mundo. Estoy seguro que hubiera sido cojonudo un tiempo atrás, cuando yo trabajaba y tenía las vacaciones de 30 días de toda la vida, pero ahora venía de una experiencia distinta, de conocer sitios y gente diferente a lo habitual, y aquí me sentía que estaba dando un paso para atrás.
El problema era que tampoco podía dar ningún paso para adelante e irme a mi aire como había hecho durante 6 meses, ya que me había comprometido a hacer un viaje con mi viejo amigo Berni con quien, a raíz de esto, ya había empezado a tener mis diferencias y tensiones. Él era del tipo “o lo hacemos todo juntos o no lo hacemos” y yo en cambio, seguía en mi mentalidad de “hacemos lo que nos apetezca a cada uno y si diferimos, luego nos vemos”. Me preguntaba si el problema era que me había vuelto demasiado individualista y si estaba demasiado acostumbrado a tomar las decisiones por mí mismo (muy típico de los backpackers que viajan solos, creo yo) pero, realmente, echaba de menos hacer lo que a mí me apeteciera, y en ese momento no era otra cosa que irme cagando leches de ahí. Pensaba en Guatemala, Belice o incluso Cuba…cualquier otro sitio que no me hiciera sentir que estaba desperdiciando mí ya escaso dinero y mis días en la aventura de la vuelta al mundo. Pero como he dicho, esta vez no podía tomar decisiones por mí solo o, al menos, no debía.



También había otros conflictos de estilo que generaban incomodidades en el dúo, como por ejemplo, el tema del dinero; igual que llevaba haciendo desde meses atrás, yo siempre intentaba pasar con el mínimo presupuesto siendo fiel a mi idea de “cuanto más ahorre, más tiempo viajaré” mientras que Berni, pese a ser un tipo flexible,  tenía menos preocupaciones a la hora de controlar la billetera (obvio, pues estaba disfrutando de sus merecidas vacaciones). Eran ya demasiados conflictos por tan poco tiempo, así que finalmente, decidí  achacarlos a mi desagrado hacia Cancún, creí la promesa de Berni de que los siguientes destinos serian distintos, y como pienso que uno tiene que saber estar bien en cualquier sitio, hice el esfuerzo de intentar sacar al máximo mi sonrisa para disfrutar todo lo que pudiera hasta el día que tocara irse de allí.



Y, efectivamente, todo mejoró el día que partimos para Chiapas, el punto “supuestamente” más lejano de nuestra ruta. Decidimos ir para allá, dejar toda la ribera Maya para ver durante nuestra vuelta (decisión que luego nos condenó a recorrer miles de Km. extra) y con la promesa de acampar e ir a sitios menos turísticos, recorrimos los 800km. ¡a todo gas!



Tenía tantas ganas de llegar que, después de la paliza que nos pegamos para llegar a Cancún, ¡me parecía como ir a la esquina comprar el pan! Pero la realidad es que no estaba tan cerca como sentía, así que por la noche tuvimos que parar a dormir en otro de esos antros de carretera que a mi tanto me gustan y ya echaba de menos. Creo que, efectivamente, me estoy volviendo un tipo raro…



Solo entrar en Chiapas, pasamos por uno de los enésimos controles de militares o policías que tuvimos en el viaje. Nos sacaron perros, miraron por todas las bolsas y en alguna ocasión el mago Berni tuvo que hacer uso de sus poderes para evitar tener alguno que otro problema con la ley… ¡menudo crack! J


Además de los militares y los policías, por si no fuera poco, en Chiapas también había alguna guerrilla de Zapatistas quien, desde los años 80, controlaba ciertas áreas del estado. Estos son un grupo revolucionario ahora ya casi extinguido, creado por indígenas y mestizos anticapitalistas, que luchaban contra el gobierno para poseer más autonomía y derechos propios.

Nuestro primer destino fue  la ciudad de Palenque, donde llegamos con ciertos nervios ya que ese era el día del primero de los cuatro locos derbis Barça-Madrid programados en ese mes. Preocupados por no poder encontrar un sitio donde ver el partido, nos fuimos de bar en bar preguntando si lo retransmitían y los nervios fueron en aumento cuando nos dimos cuenta que en ninguno de ellos tenían el canal contratado. Cuando faltaban pocos minutos para que empezara y mi desesperación ya era máxima, aparecieron por la calle dos mujeres vestidas con uniformes del gobierno de Campeche y nos preguntaron si queríamos hacer un tour de 3 días por su estado, totalmente gratuito, todo incluido. Yo no conseguí prestarles demasiada atención y entre los nervios y mi filosofía de que en este mundo nadie regala nada, casi las mando a la mierda. Por suerte, el sensato Berni tomó una de sus tarjetas de contacto, por si acaso…
Después de minutos de prisas, conseguimos relajarnos al encontrar un bar donde aceptaron poner el partido, aunque con la condición que nosotros compráramos el mismo.



Finalmente el partido terminó en un empate que nos supo a poco, ¡pero que al gerente del bar le debió saber a mucho! Y es que gracias a nuestra compra, se le llenó el bar y corrieron los tacos, nachos, burritos, enchiladas...quesadillas......chiles en nogada.........oaahh...increíble la comida mexicana, junto con India y Thailandia, ¡las favoritas de mi viaje! Y para beber, una fría cerveza michelada con clamato! (cerveza, jugo de tomate con almeja, tabasco, pimienta, sal, limón y un trocito de apio… ¡está chido! ¡neta!)



Las cascadas del lago azul fue el primer sitio donde acampamos. A pocos metros de este espectacular sitio, montamos nuestras tiendas y dormimos escuchando el ruido del agua, mientras por fuera unas luciérnagas verdes iban saltando por el césped de la orilla. Ohhhh si…



El día siguiente lo pasamos dando un paseíto hasta el nacimiento de las cascadas y también bañándonos en su agua de peculiar color azul, que está provocado por las partículas de cal erosionada de las rocas.


Y como sobró tiempo para todo, ¡Berni incluso  instaló su propio gimnasio al aire libre para pudiéramos trabajar esos bíceps!



Esa misma tarde llamamos a las chicas del gobierno de Campeche y, tras comprobar que no era ningún timo, decidimos cambiar todos los planes que teníamos, aceptar los 3 días de tour, hotel y comida gratis, y añadir unos 600 Km. más al recorrido, aunque esta vez hacia el norte. Tocó madrugar para llegar al autobús que salía de Palenque y por poco no llegamos ya que, comprobar el nivel gasolina en la furgoneta, antes de salir a las 5 de la mañana y en unas cascadas de un parque natural, ¡no fue una decisión muy astuta! Estábamos ya casi secos, pero por suerte para nosotros, pudimos despertar al pobre asustado niño de la foto y a su bondadoso padre para que nos vendieran un poco de combustible a esas horas de la noche…



El tour resultó ser una prueba piloto del proyecto “Campeche, sueña despierto”, una campaña para fomentar el turismo en el estado para, en caso de que los resultados fueran positivos, vender el paquete a los turistas, por un precio… ¡de más de 300 dólares!
La mayoría de los sitios que visitamos en su vida habían tenido un turista, por lo que los 26 que formábamos el grupo, fuimos recibidos con máxima expectación y ¡el trato que nos brindaron fue de V.I.P.! Vaya chollo, como para haber mandado a la mierda a la chica Campechana cuando nos lo ofreció por la calle…



La primera parada fue Palizada, población que habían nombrado recientemente como “Pueblo Mágico” (“Pueblow Mágicow con el cómico acento inglés de algunos turistas de nuestro grupo). La verdad es que yo no vi demasiada magia en el ambiente, pero imagino que debieron inventarse ese título porque la Unesco no encontraría suficiente interés como para declarar patrimonio de la humanidad su iglesia o alguna de sus máquinas de videojuegos…



La sensación al caminar por las calles era impresionante, la gente nos seguía, saludaba e incluso nos ofrecían productos tradicionales gratuitos. Quizás la magia les llegará cuando vayan los verdaderos turistas y aflojen la plata, ¡ya que nosotros no dejamos ni un solo peso! 



También nos organizaron un concierto de bienvenida con comida, chocolate y helados de cortesía…

Vinieron los medios de comunicación, como la televisión local;



¡E incluso la prensa nacional! ¡Somos famosos en México entero!



Sentirse un V.I.P. tiene lo suyo y dormir en hoteles de 3 o 4 estrellas tampoco estuvo mal. Desde que trabajaba (y me los pagaban), que no estaba en uno y aunque me gusta el encanto de los moteles de carretera y visitar las cosas por mí mismo, tengo que reconocer que, por unas días, disfruté de tener una cama matrimonial para mí solo, un buen desayuno buffet por la mañana y el autocar esperando para llevarnos de excursión como un grupo de estudiantes escolares.



Así pues, sin preocupaciones y haciendo el tonto, nos llevaron a hacer las principales actividades de interés del estado Campeche, como por ejemplo, un prometedor paseo erótico en barco para ver delfines con una potente tripulación a bordo.



Aunque luego descubrimos que, pese a que vimos los delfines…



… ¡la publicidad era engañosa!



También nos hicieron una visita guiada por la bonita ciudad de Campeche, donde el mismo delegado del gobierno del estado, que nos acompañó durante gran parte del viaje, hizo una conferencia de prensa delante de todos los medios mexicanos para promocionar el proyecto de “Campeche, sueña despierto”.


Se abrió una rueda de preguntas y, una vez terminadas, la televisión nacional nos entrevistó a casi todos los turistas para que diéramos  la opinión sobre el tour y el estado de Campeche en general. Al hablador Berni casi le tuvieron que sacar el micro, pero cuando a mí me preguntaron: “¿Qué es lo que más te ha gustado del tour?”, casi no supe que decir para contener la verdadera respuesta que pasaba por mi cabeza… “¡Que ha sido gratis!”



El último sitio que visitamos en nuestro “sueño despierto”, fueron las ruinas mayas de la ciudad de Ezdná, que son unos yacimientos del 400 a.C., menos conocidos que otros de la Ribera Maya, pero igual o más impresionantes que algunos de los que se encuentran allá. Un detalle a comentar es el impresionante diseño acústico que tiene el sitio, pues por toda la plaza central resuena cualquier sonido o palabra pronunciado desde la parte inferior de ésta.



Todos los turistas del tour eran de “muy buena onda” y especialmente con 3 de ellos, Berni y yo nos hicimos buenos amiguetes. Los tres eran mochileros y al paso de los días, acabamos formando nuestro propio equipo, bautizado como “Pueblow Mágicow Team”, en honor a ese inolvidable paradero, Palizada.


Estaba Neils, un mochilero holandés y solitario como yo, que venia de viajar 8 meses por Sudamérica,



Fabio, todo un Wongzilla que aún no tengo claro si es alemán o italiano,



 y el alemán Tim, ¡terror de las niñas de Campeche!



Una vez terminado el económico tour campechano, nos comentaron que los tres se dirigían a Puerto escondido, situado en la costa del Pacifico. Como lo estábamos pasando tan bien y Berni y yo no teníamos excesiva prisa, decidimos no disgregar el equipo, aceptar el reto, sumar otros cientos de kilómetros más a nuestro alocado cuaderno de ruta y seguir apretando el pedal hasta llegar al pacifico!


Dispuesta la ruta y preparados los tripulantes, en Campeche tan solo había una cosa que hacer antes de ir hacia Palenque a por el Jeep que sería nuestro vehículo de aventuras; ¡Ver la final de copa del Rey! ¡Barça-Madrid!



Ahora mismo no consigo recordar cual fue el resultado del partido pero, de todos modos, ya se sabe que la copa del Rey tampoco importa demasiado…






…Así pues, una vez acabado el encuentro nos fuimos todo el equipo a pasear por el malecón de la ciudad, donde Tim pudo firmar algunos autógrafos a sus fans de 14 años y los demás descansamos para el largo viaje de autobús que nos esperaba hasta llegar, de nuevo, al estado de Chiapas. Empezaba a caer la noche en Campeche y el sueño afloraba, mientras disfrutábamos de una bonita puesta de Sol con el tranquilo mar Caribe reflejando sus colores…





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